jueves, 29 de mayo de 2008

Las fragmentaciones del terror

Alexis Cuzme
Manta - Ecuador
27 de mayo 2008

Busca, con el temor al desamparo, al ser solo que lo habita
como si no le habitaran también lo sitios que habitó.
Rocío Soria

Recordando a Stephen King en Danza macabra, cuando decía que los autores de literatura contemporánea de terror son aquellos que no hablan y escriben de los monstruos que nos aguardan fuera de casa, si no de todos aquellos que habitan en nuestro hogar y por ende dentro de nosotros, me encuentro con un libro cercano a lo que sostiene King; así he leído con calma, demasiada por cierto, y algo de obsesión la reciente obra El cuerpo del hijo (Rueca editores, 2008) de la quiteña Rocío Soria (1979). Una poeta agresiva en sus figuras y capaz de hacer estremecer al lector que de tanto releer sus versos logra entrar, de puntillas, despacio y muy aterrorizado por los pasillos de su casa, donde los demonios, que ella furiosamente ha atrapado, aguardan para desfigurarnos la realidad.

La voz poética es enfermiza, tanto que el invocar a la muerte, a esa desaparición total del dolor, resulta la salida más coherente dentro de esta incoherente ficción. Y es esta desesperación del personaje lo que vuelve interesante al poemario. Se sufre en cada verso, se lucha contra el vacío que se expande en el recorrido de la trama.

“Una canción oscura vive en el fondo de sus ojos, / como terminando de alucinar / con el ángulo homicida empotrado en alguno de sus enfisemas” nos dice la voz poética, afirmando que desde y hacia la soledad se gira en un absorbente círculo demencial. Porque “El dolor es un asunto que se lo resuelve en completa soledad”, y este mismo dolor es también “un fluido negro que inunda sus frutos hasta descomponerlo”.

Libro temático para descubrirnos frágiles en nuestra sensibilidad, allí donde la facilidad para abrir huecos es un juego de niños descontrolado. Porque ¿quién no se ha dejado arrasar por aquel bloqueo donde la nada es un todo que engulle con voracidad? ¿quién no se ha fragmentado para ver sus alter egos asechando tras cada paso o página compuesta? ¿quién no ha tentado a la muerte una y cientos de veces en el drama ficcional? Soria lo hace, y no porque su poesía pretenda ser “maldita”, “sombría” o incluso hasta “fúnebre” (si es que caben tales encasillamientos). No, su poesía es un abismo donde yacen ocultas muchas (sino todas) de las escenas de terror que cada individuo guarda celosamente para sí: “Las otras de mí / deben haberse contenido el peso de las pupilas / en los pañuelos de sangre, / deben haberse colgado en los muros / a desgajarse el pellejo a piedras”.

Se dice uno de los personajes: “Mierda, / ¿este es el miedo? / Antes pensaba que el miedo era una mosca que zumbaba al borde del plato, / una cuerda cerrada dentro de la caja transversal. // Pero no es así, / el miedo es este intento de arrimarme a su dolor / y solo conseguir un espacio profundo entre sus gritos.” Libro donde la confusión pretende ser un mal sueño repitiéndose a cada instante para alterarnos como lectores, para estremecer a la vez a los personajes, que chocan apresados en esta casa de terror atrayente llamada El cuerpo del hijo.

martes, 20 de mayo de 2008

Bella Rocío. Tu poesía es un recorrido por la palabra sugerente,
colmada de presencias y milagros.

Gracias por la invitación a tu universo.

Hernando Guerra
Poeta

domingo, 18 de mayo de 2008

Estimada poeta Soria,
Vi su blog donde leí un poema suyo, y me pareció muy bello. Desde Colombia van mis felicitaciones.
Un abrazo,

FABIO MARTÍNEZ

viernes, 16 de mayo de 2008

Rocío:

Gracias por la dirección de tu blog. Comencé a degustarlo. Poco a poco siento que cada texto es un mendrugo, un buen trabajo, o mejor una pasión bien labrada y elaborada por el dictus de lo inefable. Seguiré saboreando este regalo, estas virtudes del dolor y el sufrimiento, para bien del gozo estético que desata tu mágica palabra. Cuando me sienta más alimentado de tus misterios invocaré la gracia de la luz. Entonces intentaré decirte nuevas sensaciones.

Con mi abrazo, para que veas cuánto vale abrazar.

ARGEMIRO MENCO MENDOZA
Cartagena de Indias, Colombia, mayo 16 /08

lunes, 12 de mayo de 2008

Querida Rocío

Tu obra es fundamental para mí. Un total estímulo para sacar el coraje, el dolor y la desgarrada sensación de la pérdida. Te mando un fuerte abrazo y estamos en contacto. Me encantó tu blog. ¡Arajo!, como dicen acá en Morelos, me hubiera gustado estar ahí.

yo mera

Luz Adriana Robledo Valencia
La Jornada de Morelos
México

sábado, 10 de mayo de 2008

EL CUERPO DEL HIJO

POR: CARLOS VALLEJO MONCAYO
QUITO, ABRIL 2008

EL CUERPO DEL HIJO es una indagación planteada desde cinco vértices, cinco miradas inquisitorias lanzadas hacia un mismo misterio: el cuerpo. Y en ese penetrar acudimos a la estructura de un laberinto en donde el recurso poético nos va dando luces en torno a un ser concreto que va edificándose únicamente bajo la condición de su propio exterminio; es decir, asistimos al retrato de una muerte desde cinco ángulos narrativos diferentes.

Naturalmente, la habilidad lograda con la particular y continua voz poética de Rocío Soria tiende puentes para aproximarnos a ese particular fenómeno. Evidencia de ellos es el planteamiento de escenarios afines a lo largo de sus cinco piezas poéticas.

Y es que el atrevimiento temático en tanto la soledad, la muerte, el dolor, es decir los eternos temas humanos cobran nuevas perspectivas en cuanto uso del lenguaje, lenguaje que deviene en plástico pues las imágenes que consigue en apariencia parecerían extraídos del arte narrativo, sin embargo, esas acciones, esas descripciones, pertenecen más bien a la creación de instancias subjetivas precisas, insisto, imágenes, como si asistiéramos a una presentación de diapositivas, que apelan ya no solo a la vista, sino, al olfato, al tacto, al gusto, al oído, e incluso sinestesias que se valen de bien digerido comprender las intenciones del arte surrealista, vanguardista, expresionista y sicodélico.

Es que el mapa que afronta en este poemario suscita una serie de riesgos debido a que es el paisaje del registro interno humano lo que se alcanza, paisaje en tanto representación de miedos, anhelos, mitos, instintos, de tal modo que se nos ocurre una labor enquistada debajo del iceberg que todos vemos: el ser cotidiano. Y es justamente debajo, en ese recóndito laberinto donde se encuentran las huellas de un ser enfermo, de un enfermo que ilumina. Desde luego, este no es un libro de fórmulas, pues ni la voz poética, ni la estructuración de su personaje único y múltiple son evidentes o lógicos, pues nos vemos confrontados a ese ser eternamente inconcluso que padece su existencia en el mundo; padecer que no nace desde la queja fácil, ni de la reivindicación, sino de un nutrido artificio de constataciones, y por eso el libro es permanente acción, una libre concatenación de acciones que se realizan en el pensamiento, pues esa es la sensación que se busca: atar actividades que parecieran propias del mundo físico para a través de la sublimación metafórica dar rodeos sostenidos sobre las realidades subjetivas últimas.

Es decir que, es escenario que permanentemente evoca el clima sórdido de un hospital, se diría en guerra, traza la metáfora exacta de las habitaciones mentales más próximas al caos.

Obviamente, este libro es un transitar oscuro por los senderos del ser, mas es el milagro estético aquel condicionante que nos da hilo para intentar salir del laberinto, pues nos hace mirar de frente a aquello que callamos, aquella fiebre que nos inquieta, aquellas cuerdas que duelen y que por temor debemos evitar.

Cabe mencionar que al hacer un breve examen de la disposición de los textos vemos una muy interesante articulación que no disimula su proximidad narrativa, además de versos que devienen como cascadas, espacios deliberadamente colocados para redondear la tensión dramática que recorre a lo largo y ancho de este corrosivo juguete literario.

Pero el valor polisémico de esta obra poética no descansa pues EL CUERPO DEL HIJO parecería invitarnos hacia algunas preguntas: ¿El cuerpo del hijo somos nosotros? ¿Es la biografía de nuestros finales días testimoniados por alguien? Puede ser que sí. Sin embargo la proliferación de sentidos de este libro nos lleva a preguntar si acaso es el retrato del proceso creativo, de ese dolor que pone en tela de duda todos los elementos de la realidad; pues, si nos fijamos, cada poema es un rayo lanzado hacia el intento, hacia la construcción de sentido culturalmente útiles para aproximarnos aún más a la condición humana última: la muerte.

Sin embargo, no es la muerte en sí, como cosa física y cotidiana, y de ahí la pertinencia de su epílogo; acaso este libro es un retrato de la inutilidad de la lucha, la característica de lo efímero trazada con versos, quizá es una gran metáfora de esa muerte diaria, natural y humana, acaso es ese morir de los segundos en donde solamente transitamos y a pesar del tamaño de nuestra embarcación y de lo rico de su equipaje, seamos apenas una tenue huella que va desapareciendo sobre la vastedad del mar.

Gracias a Rocío por este sabio dolor que, lejos de arrogancias didácticas, nos conmina estéticamente a replantear las huellas de la muerte, de la soledad y del amor.

carlosvallejo

LA MEMORIA SALPICADA DE SANGRE

POR: WALTER JIMBO
QUITO, MAYO 2008

La memoria salpicada de sangre

Estoy salpicado la mente de sangre, me leí de un solo tu libro. Parece que uno se mete a un laboratorio donde hay pedazos de personas regadas por todo el espacio, me dejó esa fuerte sensación.
Me gustó bastante la voz interior que tiene, sino que debo confesar, esos desechos humanos de los que te hablo me produjeron como un escalofrío.

Un beso, adiós.

Por ahí hermosa de vernos.