Por: Rocío Soria
“No es dicha” es una ciudad Sicodelia, ciudad que se derrama por los bordes, ciudad que se consume en pastillas, ciudad de
imágenes, ciudad caleidoscópica, ciudad que explota en llaveritos de
colores o en llaveritos blancos, en arcoíris, en verdes, en amarillos,
en azules, en púrpuras, en rojos, en anaranjados; o en blancos, grises y
negros.
Ciudad
de llaveritos de colores con los que se abren puertas falsas o
verdaderas de escondites, agujeros y guaridas. Ciudad Sicodelia, ciudad
de los placeres y las soledades de los hombres, de las calles y de los
lupanares de seres anónimos, de las cópulas tristes y de los sitios en
los que la muchedumbre goza un partido de fútbol para matar el tiempo,
goza un partido a muerte, un juego que puede ser el de la propia vida
donde las cabezas de cualquiera podrían convertirse en pelota que los
jugadores patean en la cancha y “un auto aguafiestas, con chofer
malhumorado ruge sobre la pelota y el partido culmina/ el loco Óscar
intenta inflarla con el aire de sus pulmones”.
“No
es dicha”, no hay dicha, la dicha es falsa solo existe el instante y
después la caída abrupta, no hay dicha verdadera ni felicidad solamente
existen estados de plenitud, de éxtasis. En los rincones urbanos de esta
ciudad Sicodelia, cae la noche como cae el día, los locales se
atiborran de gente que baila, que tiene sexo, que se conoce en “el
tráfago del instante previo a una acción jamás verbalizada más allá de
los aullidos” ciudad cuya boca “dice mentiras mientras amainamos el asco
mutuo” y “la sensación hormiguea”, y las putas deleitan con su entrada
gloriosa apartando momentáneamente el dolor de existir, ciudad de
sangres, ciudad culposa, ciudad pecera, ciudad donde la esperanza no
solo es enfermedad sino “enfermatez, enfermación, enfermadura”.
“No
es dicha” lo que se alcanza en el trip de la existencia, se le parece
mucho pero no es dicha, es solamente alucinación, ciudad alucinada,
ebria, ciudad que escupe las verdades a la cara, ciudad resaca, ciudad
donde “la lágrima salada atrapa el horizonte” y es muerte habitual y
cotidiana; ciudad fosa común, ciudad de dobles caras, de triples caras,
de infinitud de caras, de los absurdos, ciudad en la que a alguien “… se
le ocurre regarse en dosis extremas en una madrugada tan linda…” ciudad
de las paradojas es este libro de Secaira urdido en ambientes brutales que recuerdan a los “Espectaculos energumenescos de gente ebria en noche plenilunada” de Stornaiolo, gente ebria que “no es lo suficientemente invisible para ser feliz”.
“No
es dicha”, pero también muy probablemente sea mucho más que dicha, la
magia de lo fugaz, los treinta y tres minutos en que “volverás a tocar
la hiel del infierno”; libro adictivo este libro de Juan Secaira, pienso en la dicha tan grande que debe ser pasear en bicicleta con Hoffman por las venas de ciudad Sicodelia.
Quito, 30 de marzo de 2012
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