¿Qué nos queda
tras la pérdida de alguien amado?, ¿Cómo vamos sobrellevando la ausencia y
llenando el vacío? y ¿Cuánto degrada la enfermedad del ser ligado en afecto y
vida? Esto se cuestiona Ictus (El ángel editor, 2013) el reciente poemario de
Rocío Soria (Quito, 1979). Un trabajo oscuro en su visión poética, arcano en
los recovecos que recorre y apabullante en sus trazados del dolor.
En Ictus, el
padre y su enfermedad, son un dueto degradándose a ritmo acelerado. Donde el
pasado va trastabillando en un círculo que espera fin, poro mientras tanto va
aniquilando las posibilidades de reencontrase con la realidad. Una realidad que
desde la voz poética resulta imposible.
la
cabeza de mi padre es un globo donde las altas presiones del líquido
forman
un talud submarino
mi
nombre y el de mi madre son dos peces entre las cavidades de su carne
(p 13)
tanta
sonda y ninguna flor
tanta
sonda y ningún recuerdo
tanta
sonda y ningún poema
(p 19)
vos
te quedabas de pie en el cuarto de baño vestido y con la llave de
/los
olvidos abierta
(p 20)
En Ictus, la
enfermedad, el padecimiento, el tiempo transcurriendo lentamente, son un reducto
donde el caos es una voz apaciguada en sus alaridos internos.
pájaros
de la noche mis padres y yo
la
noche arrastró nuestros ruidos los volvió piedras gigantes y azules
(p 11)
yo
soy el coágulo que detuvo el paso de luz en esa arteria pulsátil
/que
es mi madre
(p 16)
mi
cuerpo es una pequeña morgue
una
sala de urgencias
un
aparato que zumba y jode
un
banco en el que otros se sientan a contemplar mi rostro
(p 23)
Pero Ictus, como
propuesta poética, va más allá, explora la vida, la sobrevivencia justamente
desde aquella herencia post mortem y ¿onírica?, donde el dolor ha migrado a los
sobrevivientes, a quienes deben recordar. Pulso estrepitoso del ambiente.
me
pongo su pijama
transmuto
tengo
sus mismos pies
sus
manos
su
mueca en las fotos
sus
marcas de nacimiento
y
el vaciamiento de su sonrisa
(p 31)
no
habla la mujer sino el miedo que desdobla su cuerpo en infinitas
/voces
y lo desdibuja
(p 42)
me
recuesto con la muerte sobre el pecho
la
abuela dice que mi muerte es pequeña comparada con las que
/ella
tuvo
que
parece solamente un animal dormido o un muñeco
(p 46)
Versos
apabullantes, sensaciones donde la oscuridad de la memoria juega a verse en el
espejo de la desesperanza. Eso es Ictus, un ritual tétrico, donde la muerte es
una sombra que persigue, que estorba latente e incómodamente en la soledad.
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