Por: Milton Fernando Romero-Obando
“Nuestras
vidas son los ríos que van a dar en la mar..” Jorge Manrique
“Dios
mío, yo te ofrezco mi dolor ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!”
Amado
Nervo
Ictus,
cuadro sintomático donde se devela el proceso agónico del enfermo y
sus allegados. La poeta Rocío Soria Romero nos presenta esta elegía
surgida de un sumario tremendamente doloroso de vivencias y
experiencias compartidas con seres amados, un deambular entre lo
terrible, lo doloroso y lo siniestro.
Soria
va tejiendo un registro de vivencias captadas desde su ojo poético,
y las transforma en imágenes líricas llenas de sensibilidad y
resignación. Su voz, a pesar de tener un tono de carácter agónico,
mantiene una fuerza vital, comparada únicamente con la Fe del
espíritu.
Soria
apuesta por una estética llena de imágenes terribles y dolorosas,
donde derrumba su melancolía, un mundo lleno de quejidos, lamentos,
agujas y sueros, por otro lado, contrasta estas imágenes noctámbulas
con referentes de valor, moral, amor, respeto y resignación. El
efecto conseguido es una poética de lo sublime, donde el yo lírico
evoca recuerdos, momentos y sensaciones próximas a la muerte de un
ser amado.
Dice
Soria, “el poema
se dejaba de circular a ratos y otras se volvía piedra cerrando el
paso de luz en la arteria”
(Pp. 2), parece ser que el lirismo de la poeta nos lleva de un mundo
fluctuante, lleno, donde la vida trascurre llena de imágenes, y se
petrifica en un momento (o mil momentos), como una foto en blanco y
negro, como recuerdos colgados en la pared.
La
belleza de Ictus,
está en ese romanticismo puro, donde se aluden imágenes crueles,
terribles, llenas de una oscura pesadumbre. Estas imágenes son
fuente vital en la poesía de Soria, desde su alma poética hilvana
paso a paso, recuerdo a recuerdo, un proceso agónico. En esta
contraposición entre la belleza, e imágenes grotescas, es que se
(re)construye un nuevo significado de belleza. Esta sugerencia de
recuerdos dolorosos se proyecta hacia el futuro, en donde el
paradigma poético se encarga en extrapolarlo hacia la eternidad.
Ictus,
es el tributo que la poeta quiere dejar a la memoria de su padre, no
como un epitafio condenatorio, sino como una muestra de coraje y
perseverancia en conservar la vida hasta el último momento. Es esa
sed de vida, la que llevan a su padre a pelear con la muerte y
librar, literalmente, una batalla sangrienta por aplazar en algo, no
el último peldaño de la vida, sino por continuar gozando de esas
pequeñas cosas que le puede ofrecer su familia.
Rocío
Soria muestra ese cumplir siniestro e infranqueable de la muerte, sin
embargo, acota, la valentía y el coraje con el cual se la debe
confrontar, a decir de la poeta, está en su padre un ejemplo de
vivencia total incluso ante la muerte. La poeta va de la mano con su
padre en este recorrido mortal, previendo ya el trágico final, la
muerte cubierta de un halo de resignación cristiana: “sentada
al pie lo ve morir/qué más se puede hacer frente a la muerte sino
presenciarla/rezar si acaso/aunque ciertas tardes ella se contente
con ficcionar”
(Pp. 45)
Ictus,
es una muestra más de esa pasión y curiosidad poética que tiene
Soria, una elegía con tintes góticos, la energía vital poética de
Rocío Soria se (re)inventa en cada intento literario, cada uno de
ellos es un nuevo reto, de los cuales la poeta sale siempre airosa.
En esta elegía su voz se resquebraja mientras encuentra un clavo de
donde asirse, y salvarse. Ictus
es una prueba de vida…..
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