Porfirio Mamani-Macedo
París, 26, abril, 2008
En el conjunto de estos poemas se representa la desintegración y construcción de una identidad espiritual y corporal de un Ser, que con mucha emoción recorre a través de la voz poética. Hay imágenes violentas, tiernas, desesperadas ; otras envueltas de silencios y esperanzas. Los silencios son los espacios que la autora introduce en el orden de los versos, los cuales aparecen como cortes que buscan la esencia de una acción o idea a concretizar. La esperanza es la búsqueda insistente, constante como lo sugiera la poetisa : « ha buscado en los cajones algunos mendrugos ». Aunque la búsqueda está presentada como una acción incierta, ella nos introduce al mismo tiempo a un mundo maravilloso donde podría encontrarse la felicidad. Para ello es necesario atravesar el camino de la duda y sobrepasar aquellas adversidades que surgen a lo largo de la vida, aquellos laberintos existenciales que encuentra ese Ser por donde se desplaza.
La soledad es un campo de batalla, donde se lucha consigo mismo, es en el libro de Rocío Soria, como una sombra que se enfrenta a otra sombra, siendo ambas la misma sombra, tal como aparece en el hermoso verso: “no sabe si él o el del espejo ha despertado primero”. El espejo es el rebote de la propia imagen que desesperadamente se enfrenta desde el otro lado, desde el lado interior que parece consumirlo en silencio, en ese lado donde la soledad es además, el dolor que le permite resistir en la búsqueda de sí mismo. A veces el Ser que aparece en los versos de Rocío, es alguien que es un Hombre y un Dios; es un Ser que vacila entre el mundo de la divinidad y el mundo terrestre. Sus denotados desvelos aparecen como lanzas en su experiencia de la vida, puesto que pesa una amenaza constante en cada uno de los movimientos que hace.
En esa travesía vital, la muerte es apenas una imagen que se confunde con las insistentes imágenes quebradas, desgarradas que ese Ser debe soportar. Hay un evidente sufrimiento epidérmico que flota en la contextualización de los poemas, es algo oculto, invisible; así lo dice la voz poética : “el dolor es un asunto que se lo resuelve en completa soledad”. ¿Acaso no es ésta la experiencia cotidiana del hombre? Unos lo llevan con mayor intensidad que otros; unos lo manifiestan, otros en el profundo silencio lo guardan como un tesoro extraño.
El camino para ese Ser es un descenso a la vida terrestre, a la vida concreta, casi a una vida infernal, es el paso doloroso del hombre/hijo por un túnel colmado de angustias, indiferencias y desprecios. Va como acosado por un destino que lo ha condenado a permanecer en aquella ciénega oscura que lo acerca y aleja de la muerte; y así, en su errancia busca el amor, busca la muerte. En ese contexto la imagen de la mujer, a veces aparece como la continuidad del camino difícil; entonces la mujer es otro mundo, otra experiencia que explora la voz poética y nos lleva por una senda descubriendo el campo espiritual del personaje femenino, cuya particularidad es la búsqueda de una libertad sea interna o externa, como lo refieren estos versos al expresar: “Este bocado de oxígeno es el primero”, “el aire pita en mi pecho”, “Quiero un bocado de aire”. Por esas sendas por las que avanza la mujer o el hombre hay algo común que los une, aquello lo de la unidad o la desintegración espiritual del ser, como lo sintetiza la poetisa Rocío Soria, en uno de lo más bellos versos de este libro: “No sé si voy caminando o voy desplomándome/ en una especie de rueda de fuego / no sé si sueño o empiezo a devenir”.
La poetisa Rocío Soria logra con mucha destreza abordar una variedad de temas, tal un desafío, en la poética Latinoamericana, y lo hace con una sensibilidad muy singular, propia. Es uno de los mayores logros que sobresalen en sus versos, los que indudablemente reflejan la emoción dolorosa y profunda del hombre. A nivel temático alcanza una dimensión universal al tocar temas como la soledad, el dolor, la búsqueda de sí mismo, el desafío para encontrar una puerta, una luz, un camino.
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