miércoles, 4 de enero de 2017

RANA

...Este olor a carne despostada. Quiero terminar de una vez este absurdo trabajo que me ha tomado más tiempo del que pensé. Abrir de adelante hacia atrás es muy demostrativo, sé que así por lo menos se parece a esas láminas ilustrativas que venían en la anatomía topográfica de Rouviere y que me servían para soñar en mis horas huecas: las estructuras aponeuróticas, las membranas, los cruces de nervios… La sangre se vierte tan auténtica en la vida real tal como gelatina espesa. Es como abrir una llave eso de hender las cánulas cervicales con el extremo agudo de los cubiertos. Las arterias parecen ojos de agua pulsátiles de esos de los pozos, conforme el aire se cuela entre la sangre que se ha resbalado se empiezan a formar grumos. Incluso esta sangre que recogí en el vaso, empieza a volcarse en un precipitado difuso: abajo queda una miel amarilla y arriba una papilla de glóbulos marrón oscuro.

Acierto a meter mis dedos por la carne removida que practiqué en la tráquea con el cuchillo del pan, los resbalo lenta y tibiamente por entre las vísceras cervicales y divisiones vasculares, se me figura allí: la contextura interna de un piano, salvo que estas instalaciones son tibias como las cloacas de los animales recién muertos. ¡Diablos, me he rasgado la piel del índice en esta liturgia!  La mezcla de sangres no interfiere en el buen sabor que se pretende al tragarse la sangre de las heridas pequeñitas producidas por objetos cortopunzantes: los cartílagos a veces son tan puntiagudos sobre todo los cricoides que están al principio de la tráquea y del esófago. Al fin se quiebran, cediendo a la fuerza del doblaje y del forcejeo, y al igual que una lámina de plástico se forma una línea blanca antes de partirse y crac, cede.

Se que debo lograrlo. Lo supe desde el día que jugando me tocaba la garganta y sentía como vibraban allí adentro unas piececitas flotantes, yo las movía hacia la derecha y hacia la izquierda, a veces me daba tos ese movimiento.

En esos instantes quería saber como sonarían las piecitas cayendo al piso. ¿Sonarán igual que los bracitos plásticos arrancados de las Barbies? o como cuentas de madera de un viejo collar.

La piel, pensaba, debía ser igual que abrir un gajito de mandarina y virarlo por el revés, claro que el jugo sería mucho más abundante, más oscuro, más consistente, algo salado y ferruginoso. Puedo sentir su sabor en mi lengua como si estuviera en un arrebato de sed...

Recuerdo esa rana que diseccionamos en el colegio anestesiándola con éter. Su corazón latía dentro de su tórax abierto, evitamos su desangre ajustando las arterias pulsativas con las pinzas y así su muerte fue más lenta... toda muerte debe ser lenta, toda muerte debe gozar de esa lentitud excelsa, qué de encanto podrían tener las muertes repentinas o las muertes súbitas, la muerte es de esos postres que hay que gozar hasta el fondo.

Y ese era el caso de la rana, ella había estado latiendo unos diez minutos más… y otros diez más, y otros... 

Me hubiera bastado introducir una aguja y tocar la maquinita del reloj de su corazón para detenerlo y servírmelo como jamoncito para picar. Pero, no lo hice, quise seguir gozándomela, no todos los días se goza, no todos los días uno puede deleitarse de los placeres que esta nos ofrece. Esperé junto con mis compañeros que el efecto del éter se le pasara… el tiempo se hizo corto, generalmente la percepción del tiempo cuando lo disfrutamos se hace breve y en cambio cuando lo sufrimos se vuelve larga y angustiosa, dolor inextinguible, dulce infierno, piedra en el abdomen.

Es tan vivo el recuerdo que tengo de la rana que solo me basta cerrar los ojos, y creo que hasta podría palpar las manchas que dejó sobre los mandiles al brincar. ¡Qué festín tan agradable!

Me pregunto mientras rememoro todo esto: qué hará el dueño de este suculento cuello al despertar. Por si acaso he descolgado el teléfono convencional que hay sobre el velador, y jamás cargo teléfonos celulares por cualquier cosa que se ofrezca.

Por cierto ¿las manchas de la colcha saldrán o tendré que utilizar cloro?


Ciudad Destierro -  Febrero 2004

No hay comentarios: