viernes, 26 de febrero de 2010

Isadora: un amor y un alarido


FERNANDO CAZÓN VERA

Rocío Soria entre en su angustia presidida, ya en la confesión poética, por un nombre y una sangrante memoria. Isadora no nos remitirá precisamente a la extraordinaria creadora de la danza moderna sino a un ser más inmediato, más íntimo y hasta más lacerante para la autora de este libro. Libro en el que habla con voz limpia y directa pero necesariamente dura, con una historia que hay que intuir o suponer porque los versos transitan, de comienzo a fin del texto, por el itinerario del dolor.

El mismo nombre de Isadora identifica al personaje central o único que es calificado cada vez, como aplicando la anáfora, con adjetivos del sonoro idioma de la bella Italia o del limpio lenguaje de los castellanos, en las dos primeras partes del libro, sirviendo este recurso preceptivo para abrir cado poema. Prefiriendo la imagen a la metáfora, esta poesía se desliza, verso a verso, a veces áspera y a veces llena de imprecaciones y blasfemias, pero retornando siempre a la ternura. Se desliza en la lectura, insistimos, sin tener miedo a la vida ni a la muerte, tampoco a la palabra irreverente o al término que pudiera parecer pueril. Es la necesidad, supongo, de tener que llamar a las cosas, a los seres y a las circunstancias por sus legítimos nombres para no falsear ni el sentimiento ni la motivación creadora, menos toda esa sedimentación acumulada en el fondo por las más duras experiencias. O sea para dejar salir todo, decantarlo todo, partiendo paradójicamente desde ese silencio inicial de asombro que de repente se desborda en palabras como un río represado que se sale del viejo cauce para inundar tiempo y espacio.

La Poesía es necesariamente un ejercicio memorioso. Y para evadir la trampa de lo formal que pudiera aprisionar la expresión y a veces hasta desvirtuarla, la poeta prefiere el verso libre o blanco. Y como en un acordeón que produce músicas desgarradoras, sus versos se abren a veces como en versículos para de repente reducirse a la menor cantidad de palabras imprescindibles. Y en ese ir y venir dejará que el usuario de la obra ponga lo suyo, no precisamente para redimir al mensaje sino para interpretarlo de acuerdo a su propia realidad y sensibilidad.
Rocío Soria, que no es nueva en el oficio de poetizar, responde a una interesante trayectoria bibliográfica y también de premios obtenidos en certámenes nacionales. Roto el prejuicio que le negaba a la voz femenina derechos y libertades, ella se suma al interesante concierto de mujeres-poetas de nuestro país que han enriquecido el patrimonio literario y lo siguen enriqueciendo con obras como la que ahora comentamos.

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