viernes, 26 de febrero de 2010

PROLOGO AL LIBRO ISADORA


Paúl Puma
17 de julio del 2009

A propósito de Isadora de Rocío Soria, quien me ha enviado un correo y se empeña en decir que, quien escribe, es el poeta más representativo de su generación, −ella habla de “la generación”−, debo decir que me alegra saberme pertenencia de una bandada de nuevos escritores de los cuales me distancio ya un poco, por la edad (Rocío Soria: 1979, Paúl Puma: 1972), y mucho más porque en este país el conocimiento de y entre los nuevos escritores jóvenes es prácticamente nulo y porque más contemporáneos a mí, son otros, acaso. Pero, debo decir que me gustaría representarme a mí mismo.

Doy unos pasos, como hizo Diógenes, ante el movimiento (literario) negado por los Eleatas de este tiempo. Hay talento, sinnúmero de lecturas, academia y responsabilidad con la literatura en algunos de los jóvenes autores. Que valga este espacio que me ha brindado Rocío tan generosamente para nombrar −con muchas ausenciaspresencias− a algunos de ellos: Juan Carlos Arteaga, Jorge Luis Cáceres, Bolívar Lucio, Johanna López, Paúl Miño, Freddy Ayala Plazarte, César Carrión, Juan José Rodríguez, Alex Tupiza o Alexis Cuzme, voces tan desconocidas como las de los extintos Pedro Moreno, Cachivache o Carolina Patiño que antes de despertar prefirieron ensombrecerse para siempre. Y hay más, pero no caben aquí.

A Rocío Soria la conocí virtualmente como a una seguidora de mi blog
paulpuma.blogspot.com, un invento escritural que uso hace poco como una herramientabitácora para no perderme de mí mismo. Mediante un click supe que ha ganado algunos premios universitarios y que ha publicado dos poemarios de los que subrayo El cuerpo del hijo: la partición interesante de una frase para dilatar un poema familiar, agudo.
Tuve la oportunidad de escuchar a Rocío en el Encuentro de Escritores
organizado por el Ministerio de Cultura en el Museo de la Palabra en junio / 2008.

Esbozó una parte de Isadora, afable recitativo matizado por una delicadeza singular, no imaginé que constituíase en un libro.

Ahora, si me permite el lector, me quiero referir a, los que creo yo, son los ápices de este texto y para eso recurriré a Kierkergaard ampa-rándome en las ideas de su libro La repetición. Quizás el estilo sea una consecuencia de la repetición. Repetir contínuamente Isadora desde varios flancos provoca en mí la iridiscencia de un pétalo brillante trabajado con habilidad de un artesano ante el mar calmo y a veces tempestuoso de la poesía. Si a Kierkergaard le importa mucho el presente de la convivencia ser y ser, no ser-libroser para afincarse en el gusto por la repetición y su belleza abrumadora, a Soria le interesa la melancolía como el pasado que se quiere volver a repetir en el océano de lo que pudo haber sido y la angustia como una futura repetición de la dicha de soñar un personaje como una esperanza.

La anamnesis o recuerdo de Platón señala a la reminiscencia como vida
misma al interior de esa sinfonía que prevalece en la amalgama poética. Kierkegaard desnuda a Platón en La repetición. Arguye un ósculo inasible donde, insisto, es el mar con su descomunal melodía el que prevalece. Si es verdad, como dice Kierkergaard que la “auténtica repetición, suponiendo que sea posible, hace al hombre feliz...” He
sido feliz en algunos de los pasajes de esa poesía que Rocío Soria ha plagado de velas para conducirnos a ese cielo invertido e infinito donde hemos revelado nuestras propias almas.

El verdadero significado de la repetición en el poema de Soria es atravesado, así como un ángel por lanzas de almizcle “...como un ojo de agua en mi boca por donde se vierten los adioses...”. Y estoy de acuerdo con ella: “Isadora vuelve al círculo, la muerte no es una sola, hay muchas muertes.” Encontramos la llave de una puerta eficaz Rocío: “El recuerdo es el vicio de los solos.”

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